Desde su comienzo, el 18 de julio de 1936, la Guerra Civil supuso un tremendo problema de abastecimiento para la población española. Para tratar de paliar los rigores de la escasez, especialmente entre los más desfavorecidos (huérfanos, enfermos, personas que vivían de la beneficencia…), el general Queipo de Llano ideó el “Día del Plato Único”. Así, el 30 de octubre de 1936, mediante Circular del Gobernador General del Estado a los gobernadores regionales en el bando nacional, se impuso que los restaurantes, mesones y cualquier establecimiento hostelero debían servir, durante los días 1 y 15 de cada mes un plato único, pero cobrarlo entero. El dinero sobrante se dedicaba a beneficencia.

Poco después, los días de Plato Único pasarían a ser todos los viernes del año, y de la recaudación que se obtuviera se debían hacer partes iguales; una que se ingresaría en el Fondo de Protección Benéfico-Social y otra que se destinaría a la cuenta del “Subsidio pro combatientes” para reforzar los recursos con los que hasta entonces se venían atendiendo las necesidades de las familias de quienes combatían en el frente. A partir de julio de 1937, el impuesto se amplió con una nueva jornada solidaria que fue bautizada como “Día sin postre”, el cual debería realizarse todos los lunes. El método era similar al anterior. El día señalado no se comería postre y el dinero no gastado en ese concepto se donaría a final de mes al fondo solidario junto con lo ahorrado en el Día del Plato Único.

En Iruña de Oca, el archivo municipal atesora las actas de aquellas peculiares medidas, detallando tanto los días en los que se debían llevar a cabo (en el municipio el 2 y 16 de cada mes), las cantidades adoptadas por cada uno de los pueblos que por aquel entonces componían en municipio, así como un desglose de lo que aportaba cada vecino.

Por ejemplo, en las actas se consigna que en febrero de 1937, el pueblo de Víllodas aportaba una cantidad total de 14,50 pesetas, repartidas entre la mayor parte de sus vecinos, que abonaban entre 1 y 6 pesetas cada uno de ellos.

En septiembre, ya con cuatro lunes de Plato Único y otros cuatro de Día sin Postre, los vecinos de Víllodas aportaban para la beneficencia 64,55 pesetas.

Con bastante más población y un mayor número de bares, restaurantes, hospederías y fondas, Nanclares realizaba aportaciones mucho mayores, que llegan a alcanzar las 565 pesetas en el año 1941, cifra considerable para la época.

Antecesor del plato combinado

El testimonio de estas recaudaciones obligatorias se mantiene hasta 1942, fecha en que, con la guerra ya concluida y la denominada “cartilla de racionamiento”, la Junta Militar franquista decide poner fin a este particular sistema recaudatorio que trajo consigo una consecuencia que ha sobrevivido hasta nuestros días. La picaresca para alimentarse para una dura jornada de trabajo con un sólo plato hizo que los hosteleros ampliasen el número de productos que ofrecían en el único plato que servían, “inventando” de forma involuntaria el denominado “plato combinado”, tan popular hoy en muchos restaurantes.

Los historiadores afirman que, en parte por esto y también por la falta de actividad económica propia de la época en la que se implantaron, estas medidas no llegaron a cumplir el objetivo que sus creadores habían previsto, recaudando mucho menos dinero del esperado y despertando rechazo entre la población, pese a los continuos llamamientos al “sentimiento patriótico de los ciudadanos” para cumplirlo.