El 17 de julio, el Correo publicó un artículo del destacado historiador y arqueólogo Ramón Loza, en el cual lamenta que un trazado tan importante de la calzada romana, la Iter XXXIV, a su paso por Trespuentes, deba volver a ser enterrado. Loza sugiere un cambio de trazado y apela a la responsabilidad de las instituciones para preservar este valioso tesoro histórico y arqueológico.
En mayo, el Ayuntamiento aprobó por unanimidad una moción de Bildu, instando a la Diputación Foral de Álava y al Gobierno Vasco a preservar de manera responsable y sostenible “una parte” de la calzada Iter XXXIV y del poblado neolítico en Trespuentes, con el propósito de conservarlos, divulgarlos y convertirlos en una atracción turística y cultural para el municipio y su entorno.
Desafortunadamente, hasta la fecha, no hemos recibido respuesta alguna a esta petición. Esta falta de respuesta confirma la desesperante negligencia y el desinterés por parte de nuestras instituciones hacia los valiosos bienes culturales que podrían significar un importante desarrollo socioeconómico para nuestro municipio.
Un ejemplo paradigmático es Iruña Veleia, una joya de valor incalculable que debería ser un motor esencial de atracción turística. No obstante, las inversiones destinadas a su conservación han sido irrisorias, y su estado de abandono es alarmante, lo que genera temores sobre posibles daños irreparables en las excavaciones. A lo largo de los años, solo hemos visto promesas y fotos de políticos en visitas, pero no se ha invertido lo suficiente en su preservación.
Otra muestra de incoherencia es la inaceptable situación del puente de Iruña de Trespuentes, declarado monumento calificado por un Decreto del Gobierno Vasco, que carece de un titular que se ocupe de su cuidado. Aunque este problema fue denunciado en la prensa hace años, la Diputación de Álava prometió un convenio con la Junta de Trespuentes que nunca se materializó.
Lo mismo sucede con otras joyas como el monasterio de Santa Catalina, cerrado desde hace años por diversas razones que resultan inaceptables. La solución ideal para estas instalaciones sería la creación de una fundación en la que participen el Ayuntamiento, el Gobierno Vasco y la Diputación Foral, sin embargo, las grandes instituciones hacen caso omiso de esta posibilidad, dejando únicamente la gestión en manos del ayuntamiento, que no puede soportar la presión económica de su mantenimiento.
Podríamos continuar mencionando el precioso puente de Villodas, que algunos políticos “ilustrados” pretenden modificar para resolver el problema de acceso al pueblo durante las inundaciones. También encontramos el puente de Langraiz, olvidado y desatendido. La indiferencia hacia las torres de comunicación carlistas y muchos otros elementos de nuestra cultura e historia también se suma a esta preocupante situación de abandono.
Es innegable que la situación de los elementos arqueológicos y artísticos en Iruña de Oca es alarmante y preocupante. La falta de respuesta y el desinterés por parte de las instituciones políticas es una realidad que debe cambiar. Estos tesoros culturales no solo representan una parte valiosa de nuestra historia y patrimonio, sino que también tienen un potencial turístico y socioeconómico que no podemos permitirnos ignorar.
Es hora de que los políticos de nuestro municipio y de las instituciones relevantes tomen en serio su responsabilidad en la preservación y promoción de nuestro patrimonio cultural. La inversión en su conservación y el desarrollo de iniciativas para su divulgación y aprovechamiento turístico deben ser prioridades indiscutibles. Solo mediante un compromiso real y una acción decidida podremos evitar la pérdida irreversible de nuestra historia y mantener vivas las raíces culturales que dan identidad y orgullo a Iruña de Oca.