La pandemia ha tenido muchos aspectos negativos, pero para algunas personas ha sido el momento ideal para dar forma a ideas que rondaban su cabeza desde hace tiempo. Uno de ellos es Iván Santillán, un vecino de Ollávarre que en septiembre puso en marcha Arabadrone, una empresa que nace con el objetivo de “incorporar los avances la tecnología Drone a los sectores industriales y agrarios”.
Iván vive en Ollávarre desde 2005. Reconoce que ni él ni su mujer han sido nunca “mucho de ciudad” y, cuando surgió la oportunidad de hacerse con una vivienda en nuestro municipio no se lo pensaron. Aquí se encuentra encantado. “Nos gusta el monte, andar en bici… y este es el sitio perfecto”, asegura. Pero además de para disfrutar del ocio, Ollávarre ha servido a Iván para entrar en contacto con el mundo agrícola y pensar cómo unir su trayectoria profesional en el desarrollo de máquinas industriales con este sector. “Durante la pandemia, con la coyuntura de los precios de insumos y carburante y viendo que los vecinos que se dedican a esto me decían que así era insostenible, empecé a darle vueltas. Quería aportar algo”, explica.


Siempre le había gustado el tema de los drones, se puso a investigar y vio que en EEUU y Sudamérica ya habían hecho cosas pero que Japón iba más avanzado. Poco a poco se fue dando cuenta de que el dron era más que un juguete y apostó por ello. “Me fui sacando las formaciones necesarias de piloto de drones y fui a Madrid para una formación necesaria y específica de aplicación de productos fitosanitarios porque creía que era una vertiente muy interesante”, añade. Su idea fue tomando forma y, con la actual subida de los precios de los carburantes y materias primas, pensó que era el momento de arrancar.


El objetivo de Arabadrone no es otro que poner esta potente y versátil herramienta al servicio de cada cliente, adaptándose a sus necesidades. Iván deja claro que esta es “una herramienta complementaria a lo que ya hay”, que no viene a quitar el sitio al tractor u otras herramientas, pero que su uso ahorra costes. En España en algunas zonas de Extremadura o en cultivos de arroz se están usando algunos drones para fumigar parcelas enteras, pero él va más allá. Usa un dron que tiene 2 metros de diámetro y pesa 25 kilos. “Combino una cámara multiespectral con la aplicación de producto”, señala. “Primero sobrevolamos el cultivo y la cámara me dice lo dañado que está y dónde, pero no dice qué le pasa, eso lo establece el agricultor, el especialista de la cooperativa o quien sea”, apunta. “Una vez que sabemos dónde está afectado y se decide qué tratamiento es el más adecuado, con esa cámara y un software especial, se determinan las zonas donde hay que echar el producto y se aplica el fertilizante, el abono o lo que haga falta en el lugar que lo necesita, no en todo el cultivo”, apunta.


Aunque acaba de comenzar su actividad, ya ha realizado varios trabajos que avalan la eficacia del método. “El ahorro en combustible, agua y producto es inmenso. En una parcela estándar un tractor para una fumigación utiliza 200-400 litros la hectárea, nosotros usamos 12”, asegura antes de añadir otros datos. “El otro día en una parcela de 100 hectáreas, en la que un tractor tarda unas 7 horas, lo hicimos en 3,5-4 con buenos resultados”, aporta.


En su trabajo, además, Iván utiliza productos biológicos. Según la normativa, un dron es una aeronave y en Europa las aplicaciones aéreas de productos fitosanitarios están prohibidas, salvo casos excepcionales. “Solo se pueden usar 13 productos en este tipo de aplicaciones”, explica a la vez que recuerda la obligación impuesta por Europa de reducir para 2030 un 50% el uso de fitosanitarios, lo que hace más importante su apuesta por biofertilizantes y bioprotectores.