En junio de 2019, las instalaciones de los Menesianos en Nanclares de la Oca eran un hervidero. Personal del CEAR (Comisión Española de Ayuda al Refugiado), técnicos y personal del centro se afanaban en acondicionar como centro de acogida de refugiados unas instalaciones que llevaban años cerradas. Todo eran nervios e inseguridad.
Hoy, dos años después y con una pandemia de por medio, el centro de refugiados de Nanclares se ha consolidado como un recurso básico y de primer nivel en la primera asistencia que se ofrece a las personas que recalan en España solicitando asilo.
En este tiempo, el centro de Nanclares, gestionado por CEAR y financiado por el Ministerio de Trabajo, Migración y Seguridad Social, ha atendido a un total de 282 personas de distintas nacionalidades, que han permanecido durante un máximo de tres meses en unas instalaciones con una capacidad máxima de 60 personas.

Las instalaciones cuentan con espacios pensados para familias


Mar García Idiago, responsable en Euskadi del Servicio de Primera Acogida, valora “muy positivamente” los dos años de actividad y destaca la buena relación mantenida tanto con las instituciones locales como con los vecinos y vecinas de Nanclares, que han ayudado y apoyado en todo momento a las personas que han pasado por el centro.
García explica que contar con un centro así “nos posibilita un contacto muy directo con las personas refugiadas y esto nos facilita el explicarles los itinerarios de acogida, ayudarles en su formación y en el proceso que van a seguir a nivel social y legal”.
Además, la responsable en Euskadi del Servicio de Primera Acogida de CEAR destaca que “el centro de Nanclares es muy acogedor, está en un entorno muy bonito y eso facilita a las personas estar tranquilas e ir conociendo poco a poco nuestra cultura”. “Las instalaciones son antiguas pero están muy bien. Son grandes, contamos con sala de televisión, espacios de formación, incluso hemos montado un pequeño gimnasio… Estamos muy a gusto aquí”.
La relación con el pueblo es también uno de los aspectos positivos que resalta Mar García. “Desde el principio las relaciones han sido muy buenas, tanto con el Ayuntamiento como con el colegio, el centro de salud… y la respuesta de los vecinos ha sido excelente ya que nos han ofrecido un montón de cosas que nos han ayudado a mejorar mucho el servicio que ofrecemos. En ese sentido no podemos estar más agradecidos”.

Algunas de las habitaciones del centro habilitado en el antiguo balneario de Nanclares


Respecto al origen y la problemática de las personas acogidas, García realiza una división clara. “Antes del Covid, la mayoría de las personas que llegaban eran de origen latinoamericano (Venezuela y Colombia sobre todo) o africano (Marruecos, Norte de África, Mali, Senegal…). Y muchos de ellos eran familias con niños que huían de sus países de origen por motivos sociales y económicos o mujeres con problemas de violencia de género”.
Tras la llegada de la pandemia y con la suspensión de los vuelos en casi todas las zonas del mundo, el perfil de las personas solicitantes de asilo ha cambiado. “Ahora -explica Mar García- la mayor parte de las personas acogidas son hombres solos que llegan por tierra, principalmente de diversos países africanos.
También la pandemia ha cambiado la ocupación del centro, que ha pasado de contar con cerca de un 80% de sus plazas completas en el año 2019 a un 10-20% en la actualidad.
Con todo ello, Mar García afronta el futuro con optimismo, y asegura que “nuestra idea es seguir ofreciendo refugio a las personas que lo necesitan”.

Pueblo de acogida
Para ello, Nanclares hace gala de su condición de ‘Pueblo de acogida’ con un centro que cubre las primeras necesidades de quienes llegan solicitando asilo y un pueblo y unas instituciones implicadas en ofrecer a estas personas una puerta a la esperanza de conseguir una vida mejor lejos de sus países de origen.